domingo, 28 de febrero de 2010

Escribir...

Ponerse a escribir. Esa gran labor tan laboriosa. Y es que, si prestamos un poco de atención, nos damos cuenta de lo compleja que es nuestra realidad y de la infinidad de cosas sobre las que se puede escribir. Cosas que hacemos nosotros, que nos ocurren o que simplemente vemos y observamos desde el anonimato y nos parecen curiosas, criticables, deplorables o alabables.

Y todo esto viene porque hace días que quería escribir. Pero no es tan sencillo. Hay que encontrar el momento justo para ponerse a ello. En cualquier instante y lugar ves algo, o te sucede algo, y te dices " esto tengo que escribirlo". Pero claro, justo en ese momento  no puedes. Llegas a casa , y después de todo el día fuera, tienes infinidad de cosas que hacer. Y a desganas las haces, o eso intentas, porque la mayoría de veces se quedan a medias y simplemente pasas las horas ante una pantalla, mirando la pared o la gente y la lluvia a través de tu ventana...

Bueno, y así es como pasa un día, y otro, y otro... y sigues sin escribir, pero no te olvidas de que debes hacerlo. El problema es, que en esos días de "transición" el mundo no se para, no, suele suceder justo lo contrario: está más vivo que nunca, y las cosas sobre las que quieres escribir, se multiplican... Pero tú:

A) Sigues sin encontrar el momento para escribir.
B) Sigues con el empeño de querer hacerlo (y lo harás).

Ahora no me voy a alargar más. Esto era una simple reflexión... Me parece curioso esto de escribir. Hay que saber cazar el momento justo... si no, pasarán y pasarán días hasta que volvamos a tener la oportunidad. Parece ser que la inspiración es efímera y muy influenciable por nuestros sentimientos, nuestras sensaciones y nuestro estado de ánimo.