Los acontecimientos que acompañaron la, en buena medida exitosa, manifestación del 29-S en Barcelona y en otros lugares, han puesto de actualidad un debate sobre qué es ser antisistema en la sociedad actual. Si partimos del sistema actual, que puede ser denominado como la globalización capitalista neoliberal patriarcal e imperialista, puede que podamos posicionarnos como pro o antisistema.
Este sistema al que se oponen más de los que se quiere aceptar, es cierto que es en cierto modo global, porque está extendido -y sigue haciéndolo-, por todo el mundo, pero este no es en principio el problema principal. Una de las cuestiones principales es que es también capitalista, de esto ya no cabe la menor duda, porque tras la caída del Muro de Berlín -y sin ella- es evidente que el primero de los elementos a la hora de tomar decisiones de calado político es “don dinero”, es decir, la política, la ética o la espiritualidad son una pura anécdota con respeto al beneficio económico. Se trata de un sistema neoliberal, porque sobre todo desde los años 80 son las políticas que promueven la desregulación de los mercados y la minimización del Estado las que rigen las políticas económicas, dejando en manos del empresariado (la temible patronal del Sr- Díaz Ferrán y compañía) el grueso de las decisiones de nuestras vidas. Es patriarcal, como siempre, porque es el hombre (el macho) quien ha dirigido los designios de la Humanidad con los resultados que conocemos, estando por ver qué ocurriría en un mundo donde la feminidad tuviera más que decir. Es imperialista porque son ahora las naciones eminentemente capitalistas y neoliberales (entre las que nos incluimos) las que a fuerza de dar gusto a sus empresarios, invaden países por la vía de las armas o de los acuerdos económico-comerciales y de cooperación, sin más objetivo que el de ampliar mercados, su acceso a recursos, su cuenta bancaria y, por tanto, su poder en un mundo regido por el capital.
Ser antisistema es, no solo una buena opción, sino puede que la única. Porque no creo que, más allá de en las mentes de codiciosos empresarios y gobernantes, pueda caber la promoción de un sistema que genera mil millones de hambrientos, cien mil muertes diarias fácilmente evitables y decenas de conflictos armados y violencia generalizada.
Pero no puede ser antisistema quien quiere enfrentarse a aquello que quiere cambiar, usando algunas de las estrategias del mismo. Es decir, la violencia de algunos de los mal llamados antisistema simplemente los convierte en promotores del sistema, porque de este modo están legitimándolo y, lo que es peor, deslegitimando a quienes trabajan diariamente por la transformación social, la del sistema. No cabe olvidar tampoco la violencia del sistema, que la hay y no es poca y es sabido que es utilizada para minar los esfuerzos antisistémicos.
En fin, que la triste violencia del 29-S, de la que los medios de comunicación (del sistema) han hecho buena difusión por diferentes razones, no nos quite la ilusión de ser antisistema.
blogs.publico.es/altermundista/301/ser-antisistema/
Eso eso, que fácil es hacer quedar al que quiere cambiar las cosas (para bien) com oel malo de la película. Aunque bueno, no es de estrañar viendo las putrefactas noticias que vienen desde Oriente y África. Si son capaces los medios poderosos de hacer quedar como malos a los paises invadidos, que no harán con cuatro gatos reivindicativos que usan la violencia, auqnue no sea el modo más elogiable, para luchar por la justicia.
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